
Ayer fuimos a la filmoteca a ver "The Ghost Writer" de Roman Polanski, que por cierto estuvo bastante bien. Pero lo que os quería contar es lo que me pasó después de la peli. Algo que no voy a olvidar jamás.
Al salir de la sala, nos encontramos con una compañera erasmus de la facultad y su compañera de piso, una americana de Michigan creo (¿o era Wichita?). Total, que al final de la película, ya en la puerta de la filmoteca, nuestra amiga nos presentó a su compañera de piso americana. No sé si el azar tuvo que ver algo en esto, pero a quien se la presentó primero fue a mí, y yo con mi atrofiada internacionalidad, voy y la planté dos besazos de "encantado de conocerte" a lo que la americana respondió con una cara de "qué coño está haciendo este tío". (¡Qué mueca más horrorosa por los Dioses!)
Cuál fue mi sorpresa cuando fueron presentando a mis amigos (claramente más internacionales que yo) que fueron diciendo sus nombres, saludando correctamente a esta chica americana con un simple giro de muñeca. En esos momentos, mi cabeza daba vueltas preguntándose por qué sólo yo le había dado dos besos. Si hasta dudé de mi integridad como ser social. Total, que al final, ellas, que iban a venir a tomar una cervecita, decidieron que era el momento de "ir a tomar un dulce". Vamos, que nos hicieron la famosa y temida 3-14.
Después evalué la situación con mis analistas, que se descojonaban con mi actuación tan poco Europea y fue cuando recordé algo sobre los americanos. Una vez me contaron que su espacio vital es importantísimo para ellos. Este espacio, inconcebible para los españoles, digamos que es como un circulito invisible de un metro alrededor de ellos, que no puedes invadir si no quieres parecer un paleto sin tacto. En fín, que ayer con la simpatía que me caracteriza, invadí de una forma brusquísima su invisible espacio y me comporté como Paco Martínez Soria en "El Turismo Es Un Gran Invento". Si es que si no sales del pueblo...