miércoles, 18 de mayo de 2011

El cine es maravilloso a la vez que brutal. Debéis tener cuidado porque, ver una película en el momento justo, puede hacer que algunos de vuestros recuerdos olvidados y escondidos, aparezcan de una forma demasiado real. Y eso es lo que me ha pasado esta noche.

Aún recuerdo aquella mañana del 1 de octubre de 2010. Empezaban mis estancias y, para mí, iba a ser un año aburrido y completamente dedicado a mis estudios en la facultad. Me había hecho la firme promesa de estudiar, de estudiar mucho por una vez en mis años de universitario. Mis amigos se habían marchado. No quedaba nada en esta ciudad que me llamara la atención. Las mismas noches, las mismas personas, todo lo que existía en ella había perdido el interés para mí. Y allí estaba yo, animado por empezar las estancias en el hospital. Viejos reencuentros. Amigos que no veía desde hace meses. Aquella mañana me enteré que una chica empezaba sus prácticas voluntarias en el departamento y me asomé al laboratorio por curiosidad. Y allí estaba ella, con su bata blanca, acurrucada en la mesa, interesada en su trabajo. Nunca se lo he preguntado pero creo que no reparó en mí presencia. No sé cuánto tiempo estuve mirándola, no recuerdo si fueron cinco segundos o cinco minutos. Sólo recuerdo que allí estaba yo, espiándola desde el marco de la puerta. Que pena que nuestro cerebro no sea capaz de retener todos los detalles. Es tan difícil recordar algo tan lejano. Poco a poco todo va desapareciendo en la nada, nuestra mente sólo se queda con lo importante, con algún olor, algún color, alguna sensación. Pero lo que sí recuerdo es que allí estaba ella, allí estaban aquellas manos tan finas que poco después conocí mejor, tan delgadas, tan suaves. Aquel pelo recogido le caía sobre la espalda, era tan largo que me volvió loco. Quién sería aquella chica pensé. No pude ver su cara pero me llamó la atención la forma que tenía de hacer las cosas. Se notaba que estaba feliz, contenta. Poco después descubrí que esta una de las cualidades que más la definen, ella es capaz de emocionarse con las cosas de tal forma, que puede llegar a estremecerte. Poco después me marché para casa y no pude quitármela de la cabeza.

Aquel día lo guardo con mucho cariño. La primera vez que la ví. Ya no recuerdo ni la mitad de las cosas que pasaron, pero lo que nunca se me va a olvidar será su pelo o sus manos. A veces, en noches como esta, vuelvo a aquel Viernes 1 de Octubre de 2010 porque en ese momento y, sin saberlo, mi año cambió radicalmente.

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