Una tarde acompañada...
Puede que ya sea hora de que haga el único esfuerzo de mirar para mi propia vida. Me veo en medio de un desierto inmenso. Digo de lo que ayer literariamente fui, procuro explicarme a mi mismo cómo he llegado aquí.
Y duermo, a mi manera, sin sueño ni reposo, esta vida vegetativa de la suposición, y bajo mis párpados sin sosiego se cierne, como la espuma quieta de un mar sucio, el reflejo lejano de las farolas mudas de la calle.
Hemos empezado bien a nadar por este estar sólo rodeado de gente. Y no es tan malo, porque puedo estar acompañado sin estarlo. Y es una sensación extraña. La gente pasa por delante de la cristalera, como si de una pantalla de cine se tratara. Un extraño fluir de caras desconocidas que la ciudad te enseña. Hecho de menos mi casa, mi familia, mis amigos, mis perros... pero tengo que conseguir ese sueño por el que lucho. Me he dado cuenta de lo que tengo que hacer para llegar a la meta. Es como si lo viera nítidamente a través de una cerradura oscura. Ya empecé a guardar cosas en la cajita. Es el segundo paso. Ese atraco al que un día te sometí, ese Completamente Viernes que un día te regalé, esos dos o tres segundos de ternura que alguna vez quise robarte...pero también hay cosas que dejaré fuera, que no guardaré nunca. Sólo quiero olvidar algunos detalles. Porque has empezado a dolerme y este debe ser el segundo paso, aunque no sé si estaré equivocado porque jamás me lo has dicho. Porque has empezado a dolerme y es el segundo paso. Ahora que Pessoa y Cortázar me acompañan y esta bebida que cura la malaria burbujea sin descanso.
2 comentarios:
Buen trabajo
(benditos ingleses que inventaron bebida tan salutífera!)
Este post me recuerda tanto a mí y a lo que escribía hace unos meses...
me ha gustado un montón.
ánimo,ánimo!
beso!
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