miércoles, 20 de agosto de 2008

Últimamente.

Últimamente ando algo perdido, me han vencido, viejos fantasmas, nuevas rutinas, como dice la canción de mi querido Ismael. Y es que últimamente, no se donde estoy, no puedo escribir, no soy capaz de enlazar frases con sentido. Dijeramos que tengo amnesia literaria. Por lo que las palabras vuelan, se esfuman y no puedo expresar lo que siento en un determinado momento. Con la impotencia que esto genera. Así que perdonen cualquier incongruencia de estas líneas. Esta amnesia tal vez se origine debido a los estudios que he retomado por la proximidad de los exámenes de Septiembre o tal vez por mi insistencia en soñar despierto, imaginando ciertas cosas sin sentido (o tal vez no) que hacen que mi mente ande cansada de acá para allá. Y es que últimamente, me paro a pensar como se mueve el tiempo, como juega con nosotros de esa forma tan aleatoria: unas veces tan rápido y por el contrario en otros momentos demasiado lento. Y es que todo depende de tu alma, de tu situación espiritual, de tus sentimientos (por decirlo de alguna manera). Es una lástima que siempre que te encuentras cargado de sensaciones, de escalofríos, de bellos erizados, eche a correr de esa forma tan desagradecida. Imagínense: suena un sólo de Sachtmo. Te meces con el sonido de su trompeta, empiezas a mover los pies, los párpados, tu alma se encoge y de momento Armstrong se metamorfosea en Gillespie y como una descarga eléctrica te mueves demasiado rápido, demasiado sentimental y pasional como para quedarte ahí tirado, perdido en aquellos compases pasados y te levantas entonces demasiado polvoriento como para preguntar que ha pasado.

Y es que gracias a estos coqueteos temporales, me he dado cuenta de que cuando alguien se va, cuando alguien desaparece sin remedio, se aleja, la memoria de nuestros cuerpos no facilita las cosas. No olvidas de golpe. Si no que olvidas de poco a poco y sólo recuerdas algún trozo, algún compás. Es decir, vas olvidando la forma de su rostro, cómo aquel pómulo se curva de forma caprichosa, pero recuerdas el color de sus ojos, cómo se abrían al despertarse. Vas olvidando la forma de sus labios, pero recuerdas cómo sonreía. Vas olvidando su cuello y cómo el pelo caía sobre él despreocupadamente, pero recuerdas su olor o el lunar en forma de corazón que preside su hombro. Olvidas la forma de sus caderas, pero recuerdas cómo te tocaban y se movían a tu lado mientras caminabas. Y es que cada sensación, cada movimiento, cada escalofrío, están ahí, situados en alguna parte de tu cuerpo. Y no te puedes librar de ellos. Por eso es ahora cuando entiendo aquello de que el olvido no te sienta tan mal.

3 comentarios:

Blogger Pamela Martinez Martinez ha dicho...

Un texto muy bonito, otro dia te comento. Promise.El cebollon no me permite pensar con claridad.
Venia a decirte que hay clases gratis de tango los martes por la noche.
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21 de agosto de 2008, 1:23  
Blogger Richard Blaine ha dicho...

mmm... los martes. Iremos. :)

21 de agosto de 2008, 15:13  
Anonymous Anónimo ha dicho...

te me estas amariconando mucho, que digo mucho, muchisimo. Tu antes molabas tio.

Fdo: El poeta del pan migao

P.D.: Curro pregunta que cuando vienes pa echar un pro

21 de agosto de 2008, 22:59  

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