miércoles, 8 de julio de 2009


Hasta aquella noche no se había preguntado quién era. No recordaba exactamente cuando empezó a cambiar, a interesarse por temas de los que nadie hablaría, a tomar conciencia sobre sí mismo. No sabía hacia dónde se dirigía, pero sabía lo que le gustaba.
Y lo que le gustaba estaba a su alrededor: El disco olvidado en la mini-cadena que encendía de vez en cuando alegrándose de que le gustara aquella música. Con qué delicadeza sonaba aquella trompeta. Le gustaba el sonido del viejo lector de cd que mantenía de forma obligada en la estantería, ya que así imaginaba que debían sonar los viejos tocadiscos cuando hacían girar el vinilo bajo su temible y pesada púa. Y el gato merodeando a su lado, maullando porque nadie le hacía caso, subiendo a su escritorio para mirar cómo las letras aparecían en la pantalla mientras él escribía. Le gustaba el silbido del viento entrando por una rendija de la ventana que él mismo había dejado. La tranquilidad de la noche, el aroma de la tierra mojada antes de que llegara la tormenta.
Le gustaba la música clásica, el jazz, el blues y el rock; las películas de cine y los poemas que encontraba en algunos libros y en la red. Le gustaba hacer descubrimientos musicales. Una vez, buscando la letra de un tango que Calamaro había recitado en uno de sus conciertos, había dado como por arte de magia con una cantante uruguaya que "cantaba el tango como ninguna", y que encima se llamaba Malena. Se había encontrado con la mujer del tango de Gardel. Le gustaba pensar en cómo había dado con ella, porque pensaba que no era el azar lo que le había llevado a encontrarla. Pero ¡cómo amaba el tango! A veces era la letra lo que le gustaba, otras la melancolía de un pequeño bandoneón acompañado de una tenue guitarra. Siempre el tango le había hecho sentirse bien. Tal vez él se parecía demasiado a un tango.
Por eso, también le gustaba haberse encontrado con ella, una argentina que había conocido hacía poco y con la que empezaba a llevarse bien. Le gustaba cómo a veces sus miradas se encontraban. Le gustaba su expresividad, su voz, sus manos y su olor.
Conducir, para él, era un placer extraordinario. Sobre todo por la noche. Le gustaba encontrarse sólo en la carretera con la ventanilla bajada respirando el aire fresco. Le gustaba que ese aire le acariciara la cara, le arremolinara el cabello. Le hacía sentirse libre. También le gustaba la noche en su ciudad, la soledad de sus grandes avenidas de madrugada le relajaban. Se sentía bien consigo mismo mientras paseaba por la noche regresando del trabajo. Guardaba con cariño sus recuerdos de París, la Rue de la Huchette, la espera en el Pont des Arts, cómo se había llevado Rayuela debajo del brazo, cómo había jugado con el metro, su escapada a solas en el barrio latino. Había hablado con Cortázar en Montparnasse y echaba de menos le tire-bouchon en Montmartre.
Le gustaba todo lo que le rodeaba: el sólo de Louis Armstrong, el disco de Jack Teagarden o el de Buenavista Social Club, los cuadros de Monet, los poemas de García Montero, sus novelas, las canciones de Sabina, el latir del corazón de la chica con la que había dormido, su respiración, la noche, el mirador de Ribadesella, el trabajo en la facultad, sus animales, la luna llena, la carne de gallina, la pared de su habitación que aguantaba el peso de pósters, papeles y cuadros... le gustaba saber que todas esas cosas le definían y le descubrirían otras más que aún le faltaban por conocer. Se sentía a gusto consigo mismo. Sabía que estaba vivo y que cada día se conocía aún más. Se sentía feliz. Sonrió. Cerró los ojos y se durmió.

3 comentarios:

Blogger El poeta del pan migao ha dicho...

Que es eso del aire en sus cabellos? Si te estas quedando calvo!!!!! Por cierto, ya hablaremos sobre la argentina esa guarron!!!!

8 de julio de 2009, 12:49  
Blogger Delilah ha dicho...

yo siempre he dicho que los cuadros de Monet son los mejores, por no hablar de las canciones de Sabina.
Me gusta lo que has escrito poty poty

17 de julio de 2009, 18:14  
Blogger Delilah ha dicho...

yo siempre he dicho que los cuadros de Monet son los mejores, por no hablar de las canciones de Sabina.
Me gusta lo que has escrito poty poty

17 de julio de 2009, 18:14  

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